Cuando ya uno se da cuenta de la insoportable levedad del ser, generalmente, salvo precocidades prodigiosas, tiene menos recursos en su naturaleza para simplemente disfrutar de la vida, y entonces filosofa, con silogismos de andar por casa o con argumentos más profundos en relación inversamente proporcional al número de horas que haya invertido en ver programas rosa y directamente proporcional a lo que haya leído o vivido. He dicho. Como estoy escribiendo, parece evidente que ya se me ha pasado la edad en la que el tiempo futuro parece infinito, y los músculos pueden facilitar a las endorfinas los trabajos y los días de la búsqueda de la felicidad. De vino y rosas. El que se dedica a vivir, no tiene tiempo para escribir. Gran discernimiento se demostrará si se sabe que ir en busca del tiempo perdido es desigual batalla frente al imbatible enemigo. Y, claro, se va en busca de lo que trascienda al tiempo. Y quizá al espacio. ¿O de lo que se trata, como remedio a la neurosis, es vivir el "aquí y ahora"? Eso tampoco es ninguna tontería, aunque dependería también de la industria en la que se ocupe el afán. O echar mano de Seligman, otra vez otro judío, para conocer de lo sano de las facultades personales que saben sobreponerse a los infortunios, que a todos terminan tocando, de la vida, y permiten reconocer y valorar la botella medio llena. Y lo más elevado: la paradoja de que uno se encuentra entregándose a los otros. Ésto, para los hombres y mujeres que no mueren. Por ser este mundo como es.
Pero lo que me faltan a mi son los ojos para ver. Lo sencillo es lo profundo. Sin embargo, como una excepción a mi descuido, hace poco, me he encontrado con un lema publicitario de una benemérita empresa, en la cual compro, por cierto: "Si quieres ser feliz, compra en Hermanos Ortiz".
Y no le contradeciré. ¿Quién yo para juzgar? La misericordia sana radicalmente; el juicio, no.
Venden buenos frutos secos y a buen precio. Y en concreto el alimento de la salud: las bayas de goji...
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