viernes, 25 de septiembre de 2009

El valor relativo de la juventud. El valor absoluto del bien

Hoy que hay tantos viejos rechazados. Abandonados. Cuidados por asalariados no familiares. Hoy que se pide al Estado que cuide de ellos. Hoy que son carga. Hoy que el valor de la juventud es absoluto y que las maduras y maduros que pueden, intentan prolongarla mediante cirugía. A pesar de que los jóvenes alguna vez serán viejos. A pesar de que no por ser joven ya se es persona valiosa o valerosa...


Pongamos esta foto en un periódico. Imaginemos cuál sería la reacción del lector de hoy. Quizá alguno ni se pararía a ver el pie de foto. Quizá a otro se le pasaría por la cabeza algún comentario del tipo: "¡una vieja desconocida! ¡menuda noticia tan interesante!" Otro pensaría: "tiene pinta de que chochea".
Me encontré hace unos meses un reportaje muy interesante en un medio de comunicación. Era sobre la vida de una mujer a la que no conocía ni le ponía cara (pues era por la radio). Era sobre la vida de una persona, por el valor de su vida, no por el valor actual que dicta el morbo, la truculencia, el frikismo, o la compra-venta de la intimidad. Y no fue en ningún medio de los más conocidos. Fue en Radio María. (A decir verdad, después me enteré que "El País" dio noticia en su momento y quizá otros). O sea, que mira por donde, para conocer algunas facetas de la vida humana hay que ir a medios como este, tan etiquetados de alienantes.
En este terrible mundo ¡el bien existe!, hay mujeres heróicas como esta viejita, mujeres inmensas que nos situan en nuestra pequeñez.
Las mujeres jóvenes y guapas son un regalo. Pero Irena es la más guapa y la más joven.
Dejo un enlace para quien esté interesado en conocer algo de lo que hizo:
http://www.conelpapa.com/irena.htm
Como anécdota, en estas historias siempre tiene que haber algún detalle chusco que nos demuestre que no siempre la fama y el reconocimiento humanos aciertan: la propusieron para el Nobel de la Paz, pero ese año ganó Al Gore.
En uno de los resúmenes de su vida que consulté decía: Irena Sendler no se considera una heroína. Nunca se adjudicó crédito alguno por sus acciones. "Podría haber hecho más," dijo. "Este lamento me seguirá hasta el día que muera."
Y para que sirva de polémica: su vida me parece que es una de las mejores contrapartidas que se le pueden presentar a los intentos de los gobernantes actuales para situar como un valor la ampliación del aborto.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Visita cultural a Santiago

Como moitos vrans fun a Santiago de Compostela. Ir alí é ir a encherte de cultura. É ir a tiro fixo. Como é sabido, non chega un día para abarcar tanto. Por iso tiven que facer varias incursións e ter algún que outro "guía", de eses que che levan a onde paga a pena. Por exemplo, a visitar a exposición do coro de pedra de Mestre Mateo (tremendo exemplo da condición humán: parece ser que non fai moito, descubríronse restos de esta obra do Artesán que fixo, chea de "croques" a sua cabeza, o Pórtico da Groria, cumio do Románico tardío universal, digo que se descubriron restos -hai uns cabalos preciosos- de nada menos que de un coro que fixera él tamén, ¡como recheo tapado dunha escalinata!).
Pensaredes que atopei algún monumento, algunha pedra non sabida. Pero non foi iso. Botádelle a culpa a miña Tía, compostelana de nación. Irei ó grao do meu recorrido cultural santiagués:
Supermercado La Plaza, no Hórreo: unha impresionante empanada de mixilóns ou de zamburiñas que o rustrido é o mar e os moluscos.
Confitería Tábora, rua da República Argentina: fan unha rosca os sábados e os domingos que despois do terceiro día hai que comela sentado por se che pilla de improviso, porque avisado, xunto a taza de leite hai que poñer un pano para enxugar as bágoas que esvaran pola cara cando comenzas a gustar un anaco de semexante cousa, que non sei se a atiborran de manteiga ou de sustancia peor ainda, porque non catei bola mais xugosa. Teñen esas roscas a propiedade particular que non fan segregar xugos gástricos na boca, senón bagoas nos ollos.
E para a miña pequena, o que mais lle pode gostar: unha tortilla chorreante, caseque sen callar na Casa de las Tortillas, fora do "pueblo" pero pretiño, en Cacheiras, é eu, de paso, pido pementiños e de postre un bo anaco de pan do bo.
Como diría a cantiga que cantaba a miña Tía Carmiña:
"Apañei berberechos nunha tarde de vran
...unha taza de viño e un anaco de pan
foiche a miña merenda nunha tarde de vran"
Cando vaiades a Galicia, se queredes o meu consello -ainda que algún que cree conocerme pense que vou de falso- pedide cousas humildes: un anaco de pan de alí, uns berberechos cocidos xa que non crús, uns pementos, unhas xouvas, uns xureliños fritidos, unha tortilla de ovos, unha taza de viño. E patacas todolos días.
Falo en definitiva de cultura gastronómica. Ese asunto que o meu admirado Cunqueiro elevou a alta literatura. E de boa vida. É ir a tiro fixo.

(Despois de moitos anos sen medir o tempo, de agora sentirme soio alí, paseando polas suas ruas cheas de xente, xa sei que daría para outra vida conocer o meu pueblo).




Como muchos veranos, fui a Santiago de Compostela. Ir allí es ir a llenarte de cultura. Es ir a tiro fijo. Como es sabido, no llega un día para abarcar tanto. por eso tuve que hacer varias incursiones y tener algún que otro "guía", de esos que te llevan a donde vale la pena. Por ejemplo , a visitar la exposición del coro de piedra del Maestro Mateo (tremendo ejemplo de la condición humana: parece ser que no hace mucho, se descubrieron restos de esta obra del Artesano que hizo, llana de rizos su cabeza, el Pórtico de la Gloria, cumbre del Románico tardío universal, digo que se descubrieron restos -hay unos caballos preciosos- de nada menos que de un coro que hiciera él también ¡como relleno tapado de una escalinata!).
Pensareis que encontré algún monumento, alguna piedra no sabida. Pero no fue eso. Echarle la culpa a mi Tía, compostelana de nacimiento. Iré al grano de mi recorido cultural santiagués:
Supermercado La Plaza, en el Hórreo: una impresionante empanada de mejillones o de zamburiñas que el condimento es el mar y los moluscos.
Confitería Tábora, calle de la República Argentina: hacen una rosca los sábados y los domingos que después del tercer día hay que comerla sentado por si te pilla de improviso, porque avisado, junto a la taza de leche hay que poner un pañuelo para enjugar las lágrimas que resbalan por la cara cuando comienzas a gustar un pedazo de semejante cosa, que no sé si la atiborran a manteca o de sustancia peor todavía, porque no caté bollo más jugoso. Tienen esas roscas la propiedad particular de que no hacen segregar jugos gástricos en la boca, sino lágrimas en los ojos.
Y para mi pequeña, lo que más le puede gustar: una tortilla chorreante, casi sin cuajar en La Casa de las Tortillas, fuera del "pueblo" pero cerca, en Cacheiras, y yo, de paso, pido pimientos y de postre un buen pedazo de pan del bueno.
Como diría la canción que cantaba mi Tía Carmiña:
"Recogí berberechos en una tarde de verano
... una taza de vino y un pedazo de pan
fue mi merienda n una tarde de verano"
Cuando vayais a Galicia, si quereis mi consejo -aunque alguno que cree conocerme piense que voy de falso- pedid cosas humildes: un pedazo de pan de allí, unos berberechos cocidos ya que no crudos, unos pimientos, unas sardinitas, unos jurelitos fritos, una tortilla de huevos, una taza de vino. Y patatas todos los días.
Hablo en definitiva de cultura gastronómica. Ese asunto que mi admirado Cunqueiro elevó a alta literatura. Y de buena vida. Es ir a tiro fijo.

(Después de muchos años sin medir el tiempo, de ahora sentirme solo allí, paseando por sus calles llenas de gente, ya sé que daría para otra vida conocer mi "pueblo").

domingo, 13 de septiembre de 2009

Apuntes veraniegos

Fue en el puerto de Vigo, con un inmenso trasatlántico al fondo, la ría en un día luminoso, múltiples y singulares barcos. Por no mentar a la inmensa Mar Océana. En ese imponente marco natural, a sólo unos metros del muelle, se abren las puertas de un centro comercial. Y frente a la puerta de entrada/salida, me topo con una gran cerda rosada (sus scrofa, raza large white), a dos patas, en ropa interior. De material plástico. Un individuo de mediana edad posa risueño y orgulloso junto a la cerda mientras una señora, seguramente su pareja (del hombre), se disponía a hacerle una foto que inmortalizase tal encuentro.
Íbamos a tomar el barco a las Cíes, a pasar el día en una playa que dicen que salió señalada en algún sitio como la mejor del mundo. La playa de Rodas. Pero mientras el barco cruzaba la ría camino de Cangas y luego de las islas, mi mente seguía dándole vueltas a la imagen de la cerda y su pareja, el hombre sonriente. Y me preguntaba que cuál sería (del hombre) su responsabilidad (su profesión), a quién votaría, qué cosas (aparte de la cerda) le gustarían y cuáles aborrecería, cómo educaría a sus hijos... Al menos, parecía tener a alguien que compartía su viaje.
La brisa marina, el paseo por la playa, el hambre, me distrajeron de tales pensamientos al fin.
Pero me parece que voy entendiendo porqué me han aconsejado que debo de permitirme ser más frívolo.
Free counter and web stats