Los pródigos,después de esquilmar hasta la extenuación los bienes de aquel reino y ser condecorados por ello y ser expulsados de su gobierno, aullaron como lobos contra los que ocuparon su puesto.¿Conseguirán volver a entrar en palacio sin haber hecho la travesía del desierto, del destierro? ¿Vencerá la desmemoria a la prestidigitación verbal y la ingeniería social?
Los hijos pródigos, pródigos con lo ajeno hasta el colapso, no habían caído aún en la peor ignominia: la que uno percibe de si mismo. Porque aún no habían experimentado en carne propia la miseria. El pródigo del Evangelio tuvo que cuidar cerdos y alimentarse de sus bellotas para darse cuenta de lo que había hecho. Y luego pasar al arrepentimiento y la humildad para el cambio de vida.
Parece una historia sucedida en un país muy lejano, hace mucho tiempo.
Y, sin embargo, es una historia de ayer, de hoy mismo, una historia bien narrada.
ResponderEliminar¡Feliz y Próspero Año Nuevo!