Con motivo de unas obras en una casa donde dejé un cuartillo de vida, estoy recuperando objetos. Que en su día creí importantes. Materialmente son como el trineo de Ciudadano Kane: piedras vulgares, libros viejos, recortes de periódicos y revistas... No valen nada. De hecho son gravosos porque ocupan espacio. Los guardaba quizá pensando que así retenía trozos de tiempo bien vivido. Porque esas piedras me traían una tarde con mi bebé en el Cabo de La Nao, o una jornada en el Fin del Mundo, o en los ribazos salmantinos o zamoranos en los días de pesca con Dioni. Los recortes de viajes hechos y por hacer: la Cullera infantil de Santi; Cuba y Cartagena de Indias con su héroe cojo, manco y tuerto; Cameros y Yuste; la Galicia del permanente retorno. Los reportajes del Semanal ya siempre pendientes de leer. Las gestas del Deportivo, las necrológicas de Delibasic y Juan José Castillo, mi profesor gratuito de tenis "¡entró, entró!". El artículo que quería que me recordase que aún no había leído "En busca del tiempo perdido". Los apuntes de la carrera.
Pero ahora no hay espacio, no hay tiempo, y toca deshacerse de esas cosas. Me resisto: de la mayoría. Ni la vida ni la memoria son propiedad del hombre. Ahora toca hacer frente a cada instante que venga, a las personas que estén en ese momento, al pánico y a la verdad.
¡Al toro!
Hay cosas y objetos, papeles, fotografías, libros... que se deberían dejar para que otros, a nuestra muerte, hiciesen la pira funeraria con ellos.Soy de los que guardo, como icónos tangibles, objetos, como reliquias, de un momento que se esfumó para siempre. Te ayudan a recordar un aroma, una luz, un sabor, aquel momento que sentiste irrepetible, único. Son pruebas/testigos de cargo de nuestra vida. Alguien cercano, más práctico, te "recomendará" no acumular tanta cosa inútil. Tendrá razón. La nostálgia es un achaque, como otro cualquiera... un abrazo
ResponderEliminarYo también he tenido que renunciar a ese fetichismo sentimental por la prosaica razón de la falta de espacio. Pero aún me resisto, en mis 55 m2 de cachito -compartido con mi mujer y tres niños; sí, magia- a desprenderme de algunos tesorillos. Tiene razón lologuit.
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