Aunque uno ahora anda en el filo de tres navajas y los temas importantes se centran, de siempre han estado rondando. Y lo que parece un asunto especulativo o de fuga de la realidad, pasa a ser de las pocas cosas que pueden quedar en los momentos críticos. La fe en Dios. De siempre en la inconstancia, el respeto humano y en la duda, de un burgués acomodado y un pretencioso universitario con barnices de formación científica y de duda metódica, post-marxiano, post-darwiniano, post-freudiano...
Uno piensa: un milagro me daría la luz definitiva...
Llegaron a mis manos unas notas biográficas de una mística que no conocía (Santa Maravillas de Jesús). Después de haber vivido experiencias de máxima cercanía de Dios, ¿cómo dudar luego? Pues sí: experimenta la "noche oscura del alma", la desaparición de Dios. Y esa otra vivencia es para ella tan real como la mística. Así de complicado incluso para los seres a los que se les revela el Misterio.
Al día siguiente, y creo que no por casualidad, escuché el texto evangélico (Lucas 16, 19-31): "Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. "Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama. "Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros." "Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento." Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan. "El dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán. "Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite."
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