Hoy al llevar un paquete a una casa, estaba la televisión encendida y pude ver al famoso actor Martin Sheen y su hijo Emilio Estévez presentando su última película: "The way", sobre el Camino de Santiago. Resulta que este señor es hijo de un gallego emigrado a EEUU. Y el graciosillo presentador del programa "El hormiguero", que supongo se cree muy ocurrente, le puso delante una bandeja de percebes y le dijo que lo que se comía de ese bicho era el pene. No sé lo que pretendía con esa gracieta y esa mentira (el pedúnculo, que es lo que se come, no es su pene), si simplemente contar un chiste o dejar en evidencia al señor Sheen. Quedó claro que el buen señor y su hijo no conocían dicho molusco, por las caras que ponían. Es posible que conozca poco de Galicia, la tierra de su padre, pero por manifestaciones que le he leído, respeta y valora a su padre y a sus raíces. En conclusión, el graciosillo le ha quitado la posibilidad de probar sin prejuicio ese manjar. No importa mentir. Aunque me parece que lo más paleto fue que les pusieran de bebida un vaso de agua y no un vino blanco.
Para elevar el nivel, voy a aprovechar y citar a mi escritor favorito, Álvaro Cunqueiro, reproduciendo unas párrafos suyos, en uno de los múltiples artículos que escribía, sobre el percebe:
"La captura del percebe en las rocas oceánicas de Galicia, cuesta todos los años alguna vida humana. (...) Hijos del mar de Ossian y de Pondal, su carne tiene el sabor profundo del océano. Como las ostras saludan el estómago del goloso y lo ponen en forma para ulteriores condumios. A los percebes les van bien los ligeros blancos nuestros. Los percebes han de estar tibios y el vino fresco. Yo, de mozo, he asistido a alguna percebada en una rectoral de las Mariñas de Lugo. Los percebes eran, salvo la colineta de postre, plato único. Venían a la mesa humeando en las fuentes de Sargadelos y los iban cociendo según los comíamos. Era abril, y por la abierta ventana veíamos el huerto, en el que florecían los manzanos y cantaba el mirlo. Literalmente podíamos decir que comíamos el ronco mar, que rompía en oscuras rocas a quinientos metros. Donde terminaba el vuelo del mirlo empezaba el vuelo de la gaviota. ¡Tiempos felices! Ya no hay en toda la costa gallega percebes para tanto. Percebes gruesos del tamaño de un pulgar de carpintero. Han resistido el golpe de la ola invernal y saludado por breves instantes el sol primaveral."
Aprovecho también para comentar el temporal que ha pegado en la costa española estos últimos días. Es coincidencia el protagonismo del mar bravo. Dejo unos videos en los que se gravó otro anterior. En el primero se ve el espectáculo desde una casa en la que yo viví, pero ya no.
Y como Cunqueiro también escribió del mar y como puede venir a cuento transcribo trozos de otros artículos sobre ese tema:
"Unos queridos amigos me han llevado a ver el mar, que saben que a mí me gusta en otoño, cuando son los temporales del Oeste y cubren el océano grandes nubes oscuras. (...) Ahora en noviembre, es el mar del regreso. El griego sabía que, cuando las Pléyades salen vespertinas, es la ocasión de amarrar. (...)
En la línea de la marea están los percebes, en piñas, con sus cascos, guerreros de un ejército submarino, dispuestos a avanzar sobre la costa. (...)
Aquí, en San Simón, fue fingida la tempestad más hermosa de la lírica medieval. Un juglar, del que solo sabemos que se llamaba Mendiño, imaginó a su amiga esperándolo junto a la ermita de San Simón. El juglar no llegaba, y se levantaba horrible tempestad. Una tempestad imposible allí, en el fondo de saco de la ría y en aquellas aguas bajas. Pero la tempestad se levantó, y la hermosa, aterrorizada con el viento y las olas, se quejaba de unos versos incomparables, que los traduzco:
Me cercaron las olas grandes del mar,
y no tengo barquero ni sé remar,
esperando a mi amigo.
Me cercaron las olas del mar mayor,
y no tengo barquero ni remador,
esperando a mi amigo.
Y, ya en su desesperación, se dice que morirá fermosa en las olas del mar, esperando a su amigo..."
Y en otro artículo:
"Digo que estábamos tranquilos aquí en esta esquina de Europa, en buenas relaciones con el océano y, eso sí, pagando anuales tributos de humanos a la que Yeats llamó en un famoso verso "la asesina inocencia del mar". Nuestro don Ramón Otero Pedrayo ha dedicado páginas admirables a describir la que él llamaba "la sinfonía atlántica", ese misterioso orden vital en el que se suman la ola marina, el granito y ciertos apetitos del alma gallega, que quizá en gran parte se resuman en la palabra saudade. Ese gigantesco animal que llaman el océano respira dos veces al día, y el gallego desde su roca lo contempla, viendo, como en Swindurne, los pies del viento brillar a lo largo del mar."
Todas estas cosas en una recopilación de artículos editada en Tusquets y titulada "Fábulas y leyendas de la mar".
Pues si, yo también vi al Pablo Motos haciendo la grosería referida. Ya cansa tanto programa con "listillos" que no paran de hecer, a costa de cualquier historia, una gracia, además, se repiten como el ajo.
ResponderEliminarA mi me encantan los percebes; coincidí, una vez en un restaurante con una unas personas en la mesa al lado de la nuestra (turistas) que los estaban chupando pero no los comían. No sdieron pena porque los estaban dejendo todos en el plato; asñi que llamamos a la camarera para que les dijese cómo se podían comer (la mujer no podía aguantar el tipo sin reirse), TERMINARON RIÉNDOSE HASTA LOS ÍNCLITOS.
Temporal, a mi me pilló en Muxía y desde la casa de mi suegra podía ver la retransmisión en directo que estaban dando los de Antena 3. Terribles olas.
Un abrazo desde Pontevedra.