El otro día se me pasó por la imaginación pensar qué pasaría si para juzgar lo que dicen los demás tuviéramos que hacerlo como se catan los vinos. No saber de quién viene lo que se quiere valorar. Es decir, juzgar lo que se dice y no quien lo dice. Y la risa mayor me entró al imaginar si ese método lo tuviéramos que usar sistemáticamente para emitir opinión cuando algún político dijese o hiciese algo.
¡Hay que ver que cosas más raras se me ocurren!
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