viernes, 12 de marzo de 2010

Delibes: él sí era un escritor

Para mi, admirable en su humildad, sencillez humana y vida normal, con familia numerosa en ciudad de provincias, entre la ciudad y el campo.
Su Literatura: grande, sencilla también, que cuenta historias con alma, que recupera a la naturaleza y al hombre (a los niños, a los viejos, a los tipos que ya han desaparecido).
Me da la impresión que Delibes era un corredor de fondo, no solo por su dilatada obra, sino que en cada novela no se puede buscar en un trozo su esencia, (hay algunos poquísimos escritores que en unas pocas palabras deslumbran -Cunqueiro, por ejemplo-) su brillantez está en la totalidad.
De joven leí "La sombra del ciprés es alargada". No me gustó mucho entonces, pero aún así sabía que se trataba de un escritor de los grandes. Conseguí su dedicatoria con piropo ("a mi joven amigo") y su firma, aunque se olvidó de poner la fecha. Lo he abierto hoy y por azar (empiezo a no creer en el azar) lo comienzo a leer en el capítulo 12. Toca un tema que me resuena a nivel personal y profesional. Es un poco largo pero me parece interesante:
"-También yo sufrí en mi vida como usted y nunca pretendí orillar este suplicio violentando la voluntad de Dios. Pensé que sus designios se cumplen cabalmente entre los humanos y que es necio tratar de apartarlos por la fuerza. Hay una verdad sobre todas que se nos impone con carácter de fatalidad: Dios. Por eso, lo que viene de Él ha de aceptarse con sumisión, porque somos sus criaturas. Hacer otra cosa supondría engañar nuestro orgullo hasta autodeificarnos. (...)
-Todo está regido por un perfecto equilibrio -continuó-. La naturaleza, las plantas, los animales, el hombre, toman y dan con una armoniosa ponderación. Junto a las altas montañas ve usted siempre los valles profundos; a la frescura lozana de la primavera sucede la yerta esterilidad del invierno; al lado de capullo están siempre las espinas; las épocas de abundancia son coronadas por épocas de escasez; la guerra sigue a la paz y la paz a la guerra, formando unos estratos semejantes a los del suelo... Ésta es la ley del contraste que rige el mundo. Pero al mismo tiempo es la razón de que todo, todo, tenga su sentido en el Universo.
Doña Sole hizo otra breve pausa y prosiguió:
-Pero este equilibrio, esta alternación de lo bueno y lo malo, no puede bastar para enfangarnos en el pesimismo. El pesimismo sólo nos deja ver las espinas en los rosales, la muerte en el hombre, la carne en el amor. Alimentados de pesimismo no vivimos la vida, la sufrimos. Todo lo malo de la vida se agiganta para el pesimista, y, además, lo bueno lo hace malo, precisamente porque de todo escoge su fachada negativa. Y aquí está el error; la contradicción con Dios; la contradicción con nosotros mismos. Cuando la vida amarga, hay que suavizarla con la representación de un Gólgota, y cuando es dulce, mitigar sus dulzuras pensando que otros sufren por lo que nosotros no sufrimos. Siempre tendiendo al equilibrio, que es el camino de la verdad. (...)
Doña Sole, luego de tomar aliento, añadió:
-Por eso es necio atentar contra ese equilibrio preestablecido. Dios no envía nunca más de lo que el hombre puede soportar. Y el hombre no debe buscar más de lo que Dios envía. Es terrible, créame, Pedro, un espíritu atormentado; un espíritu que se adelanta a su momento y piensa en la noche cuando es el día y se reboza de antemano en la angustia de la obscuridad. Frente al sol se ha de buscar la sombra y la luz en las tinieblas. Pero ¿por qué buscar las tinieblas en el día y en la noche? (...)
-Su caso, Pedro, aunque a usted le parezca lo contrario, es muy semejante. Las sombras provienen de fuente distinta, pero es del mismo género el sufrimiento. Y tampoco el suyo cuenta con el beneplácito de Dios. La vida debe vivirse serenamente. No deben previvirse las amarguras que nos impiden vivir con necesidad. Y cuando estas amarguras lleguen, soportarlas con estoicismo sabiendo que alguien sufre más y con mayor resignación que nosotros.
-Conocí a un hombre -prosiguió- que vivía alimentando su pesimismo con desdichas que podrían acontecer. Era un enfermo como usted. "Cómo voy a estar alegre -me decía- si, sobre lo que hoy veo, vendrá lo que me oculta el mañana." No hizo caso de recomendaciones ni consejos. "Si yo pudiera evitarlo -solía confesarme- ¿cree usted que no lo haría? Pero es que estas negruras se me imponen. No mando en ellas como no mando en los movimientos de la Tierra." (...) No quería ver el infeliz que esta conclusión, esta dejadez ante el posible remedio, era la primera consecuencia nefasta de su enfermedad. Si hubiera acertado a ver que el primer paso para su curación estaba en imponerse a aquella supuesta fatalidad, tal vez se hubiese salvado. Pero el mal fue en aumento. Buscó en la bebida una solución absurda.(...) Y todos aquellos presagios que le amargaran prematuramente iban realizándose uno a uno, a causa, precisamente, del remedio insensato que él tomara contra ellos cuando no eran más que una amenaza. (...)
-Desengáñese, Pedro -me dijo-; ésta es la vida."
"El camino", ¡me parece tan bonita novela! Aunque me da la impresión de que esta sociedad ha cambiado tanto, especialmente en valores educativos y en la deserción del rural, que la recomendación a mi hijo para que la lea va a caer en saco roto. Se hizo una serie y está disponible en el enlace de abajo.
¡Descanse en paz!

1 comentario:

  1. Cuánto más apreciable la humildad -esa virtud en extinción- en alguien de los méritos de Delibes. Sus mejores relatos y novelas, los de una España rural y atrasada, no sólo están escritos con maña literaria; también con corazón. Y eso es algo que se echa de menos.

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