martes, 14 de febrero de 2012

Los más tontos son los que no tienen deudas

Resulta que todo quisqui está endeudado. y DIGO TODOS (¿CÓMO ES POSIBLE SI NO, QUE TODAS LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS, SEAN DEL SIGNO QUE SEAN DESDE HACE TIEMPO, TENGAN DEUDA?). Parece ser que se había desatado en el mundo mundial una carrera para pedir crédito sin limitación. Todos colaboraron. Los bancos los primeros. Los políticos los que lo favorecieron porque en ello les iba su prosperidad. Posibilitando las burbujas y la suya la primera: coto privilegiado y cerrado, casta parasitaria. Como el tumor que crece y crece y que para vivir se come todo lo que está a su alrededor: es decir, la desarticulación de la sociedad civil y la desaparición de los otros dos poderes por acaparación del político. La utilización de la palabrería política, el juego de aparentes ideologías contrarias, el fomento del enfrentamiento entre los ciudadanos, hacer creer que la partitocracia es la democracia. La burbuja de los políticos, en mi criterio, la más grande y la peor y la que no puede pincharse. Y sus consecuencias... Las faraónicas obras sin utilidad. El clima de valores que se expresaba en las tertulias de bar: "si no te puedes pagar un piso... pues cómprate dos". Y "tonto", por no decir otra cosa, el último.

Los políticos ahora quieren ser los abanderados del recorte, menos en lo suyo. Se me asemeja su actitud a esos que tienen acceso a los medios de comunicación y claman porque los trabajadores de a pie trabajen más, cobren menos, sean más flexibles, tengan por bueno si les deslocalizan a Cuenca, y si de hacer botijos les pasan a hacer el pino, mientras ellos predican las soluciones (siempre las predicaciones suelen consistir en decir lo que los otros tienen que hacer) teniendo contratos blindados o jugosas indemnizaciones. No he oído ningún ajuste significativo ni en número, coste o influencia de la casta política. Igual que los altos directivos de la empresa privada que, digan lo que digan, se colocan sus propios salarios, ellos no parecen dispuestos a desengordarse.  

Resulta que aquellos que no se han endeudado, que han vivido de su trabajo, de su dinero, que han pagado lo que han comprado, ahora tienen que ganar menos, trabajar más, pagar más impuestos, ver como se ponen en peligro o deterioran los servicios públicos básicos, como tienen que ayudar a pagar deudas ajenas, y en el peor de los casos, perder su trabajo. ¿QUÉ DERECHO SOCIAL MÁS BÁSICO PUEDE TENER EL HOMBRE QUE EL DE PODER GANARSE LA VIDA CON SU TRABAJO? Las consecuencias de este desastre económico que les esperan a estos, al final, van a ser las mismas que las de los pródigos. O sea, honrados, pero  tontos de capirote.

Y la paradoja de Perogrullo: nos quieren vender que el remedio para favorecer el empleo es una reforma laboral que facilite el despido. 

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