A la salida del médico, después del alta, contento por la noticia, caminando por la calle, aquel hombre, en la frontera de la edad de la invisibilidad, que creía ya traspasada, de repente se fija en una mujer, sentada informalmente en algún poyete de cemento en la entrada de un edificio de oficinas. Se fija porque se ha dado cuenta de que, esta vez, no es él el primero que mira, y se ve mirado por ella. Ella charlaba con alguien. Pasado ese instante, la inercia de caminar ya había hecho finalizar el suceso. Pero la memoria identificó que nada menos se trataba de Enma Suárez, la eterna niña, la fantástica mujer a cualquier edad.
Hoja parroquial: número 22, enero 2.024
Hace 2 meses
Para ese hombre, se trató, sin duda, de un encuentro fugaz, pero feliz.
ResponderEliminar